Efectos del reciente boom de la novela policíaca: a la búsqueda del nuevo fenómeno Larsson las editoriales se lanzan a publicar los éxitos de países remotos. ¿Se nos había ocurrido alguna vez la posibilidad de conocer la novela negra turca? Tras la lectura de Los crímenes del profeta (Peygamber Cinayetleri, 2002) de Mehmet Murat Somer nos queda la certeza de que mejor hubiéramos seguido en la ignorancia, aunque las reseñas del copio y pego nos digan que ha vendido cientos de miles de ejemplares y se ha traducido a trece idiomas.
Y es que esta novela es un ejemplo más de la inflación de productos menores que nos ha traído dicho boom. Caracterizados por presentarnos nuevos modelos de investigador, más o menos extravagantes y exóticos, que se enfrentan a la resolución de crímenes cada vez más delirantes.
En este caso la novedad radica en que el investigador es un travesti propietario de un club de alterne en Estambul (eso sí, experto en informática como exigen los nuevos cánones del género) y que el psicópata de turno siente macabra predilección por los travestís con nombres de profetas bíblicos. Surrealista.
En su conjunto Los crímenes del profeta es mala literatura sin paliativos. Sus intentos por escandalizar, pueriles. La trama, anémica. El desenlace, amateur.
Además, está mal escrita o peor traducida. La torpe expresión está plagada de tópicos manidos. Unos ejemplos: “la tristeza me demudó el semblante”, “me largué de casa como alma que lleva el diablo”, “la atmósfera estaba tan tensa que se podía cortar con cuchillo”, “sentí un regusto agrio en la boca”... y así 289 páginas.
Mehmet Murat Somer: Los crímenes del profeta, Ediciones B., 2010.
Concuerdo. Me lo recomendó una amiga... cuando terminé el libro dejó de ser mi amiga.
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