23 de septiembre de 2012

RAYMOND CHANDLER: LA ALTA VENTANA



Hace 70 años Raymond Chandler escribió La alta ventana (The High Window, 1942). En su tercera aparición (tras El sueño eterno y Adiós, muñeca), Philip Marlowe es un personaje perfectamente definido camino de alcanzar la apoteosis en El largo adiós (1953).
En La alta ventana la señora Murdock, mientras ingiere copa tras copa de oporto, contrata a Marlowe para que encuentre una moneda desaparecida de gran valor. De paso, deberá conseguir el divorcio de su débil hijo, “un maldito idiota” casado con una atractiva cantante, la principal sospechosa del robo:  “ya sabe usted cómo es esa gente de los clubes nocturnos”.
Junto a la maestría narrativa de Chandler y el extraordinario acierto que supone la creación de un mítico personaje que concentra toda la atención del lector, uno de los mayores puntos de interés de La alta ventana reside, en mi opinión, en la consciencia del autor en que estaba abriendo un nuevo camino en la novela policíaca. Años después lo expuso en El simple arte de matar (1950), su ideario narrativo.
Recordemos, a propósito de esto, una parodia genial. Leslie Murdock, a la espera de un brillante colofón deductivo a la manera de Hercule Poirot, le dice a Philip Marlowe:
“Me da la sensación de que va usted a estar deslumbrante. Un implacable chorro de lógica e intuición y todas esas paparruchas. Como un detective de novela.”
A lo que Marlowe responde:
“Pues claro. Considerar las evidencias una a una, integrarlas todas en un patrón coherente, añadir algún que otro detalle que me saco de la manga por aquí y por allá, analizar los motivos y los personajes y presentarlos de un modo totalmente diferente de lo que todo el mundo, incluido yo mismo, pensaba que eran hasta este momento mágico… y por último lanzarme  en picado sobre el sospechoso menos prometedor… El cual, en ese momento, se pone pálido como un papel, echa espuma por la boca y se saca una pistola de la oreja derecha.”
De esta forma Chandler, siguiendo la estela de Dashiell Hammett, estaba dinamitando los cimientos de la novela de enigma criminal europea y dando prestigio literario a un género hasta entonces menor. Si recordamos que al otro lado del Atlántico, también en 1942, Agatha Christie publicó Los cinco cerditos, comprenderemos la auténtica importancia de la revolución emprendida por Raymond Chandler.

Raymond Chandler: Todo Marlowe, RBA, Serie Negra, 2009.

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