Alicia Giménez Bartlett es nuestra autora de novela policíaca más reconocida. En este 2009 ha publicado El silencio de los claustros, la octava entrega de la inspectora de la Policía Nacional Petra Delicado.
La mayor novedad de esta novela radica en que Petra Delicado, para decepción de sus fans más conspicuos, ha contraído feliz y burgués matrimonio. Lo que brinda ocasión a la autora para regalarnos con páginas y páginas de entrañables, anodinas e inacabables escenas familiares inspiradas, al parecer, en esas series de televisión protagonizadas por padres divorciados (me ahorraré la molestia de escribir algún título) cuya acción se desarrolla a la hora de las comidas y en las que todos los personajes hablan al mismo tiempo.
Durante el tiempo en que no atiende a sus hijastros, la inspectora, junto con su fiel Fermín Garzón que para no ser menos tambíén ha contraído matrimonio, investiga el asesinato de un fraile que trabajaba en la restauración de una momia medieval en un convento de monjas barcelonés. Así de apasionante se presenta una trama que concluye con la detención de algunas de las monjitas que resultan ser menos piadosas de lo que aparentaban.
Aunque algún crítico literario ya ha señalado la falta de riesgo de sus novelas, Alicia Giménez Bartlett repite en esta entrega una fórmula que le reporta popularidad y buenas ventas. El lector, mientras tanto, se resigna a un sopor del que despierta sobresaltado cada cierto tiempo por las sonoras rimas internas de las que parece ser devota la autora: "En aquellos momentos había renunciado a cualquier deducción, estaba en blanco, pero el corazón me palpitaba con la violencia que antecede a los infartos, tanta era la expectación..." (p. 16)
La mayor novedad de esta novela radica en que Petra Delicado, para decepción de sus fans más conspicuos, ha contraído feliz y burgués matrimonio. Lo que brinda ocasión a la autora para regalarnos con páginas y páginas de entrañables, anodinas e inacabables escenas familiares inspiradas, al parecer, en esas series de televisión protagonizadas por padres divorciados (me ahorraré la molestia de escribir algún título) cuya acción se desarrolla a la hora de las comidas y en las que todos los personajes hablan al mismo tiempo.
Durante el tiempo en que no atiende a sus hijastros, la inspectora, junto con su fiel Fermín Garzón que para no ser menos tambíén ha contraído matrimonio, investiga el asesinato de un fraile que trabajaba en la restauración de una momia medieval en un convento de monjas barcelonés. Así de apasionante se presenta una trama que concluye con la detención de algunas de las monjitas que resultan ser menos piadosas de lo que aparentaban.
Aunque algún crítico literario ya ha señalado la falta de riesgo de sus novelas, Alicia Giménez Bartlett repite en esta entrega una fórmula que le reporta popularidad y buenas ventas. El lector, mientras tanto, se resigna a un sopor del que despierta sobresaltado cada cierto tiempo por las sonoras rimas internas de las que parece ser devota la autora: "En aquellos momentos había renunciado a cualquier deducción, estaba en blanco, pero el corazón me palpitaba con la violencia que antecede a los infartos, tanta era la expectación..." (p. 16)
Alicia Giménez Bartlett: El silencio de los claustros, Barcelona, Ediciones Destino, 2009.
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