El veterano escritor Andrea Camilleri (Porto Empedocle, Sicilia,
1925) comenzó en 1994 sus novelas sobre el popular (serie de televisión
incluida) comisario Salvo Montalbano, que hasta el momento no había recibido la
atención merecida en Elemental, querido
blog.
Salvo Montalbano es el comisario de las Fuerzas de Seguridad
de Vigàta (provincia de Montelusa). Tanto la ciudad como la provincia son
lugares ficticios que se pueden situar con facilidad en Sicilia debido a múltiples
referencias geográficas, lingüísticas, sociales, culturales…
A sus cuarenta y tantos años, Montalbano vive solo en Marinella,
en un pequeño chalet frente al mar, y no quiere más complicaciones en su vida.
Teme ser ascendido como teme mayores compromisos con Livia, su novia desde hace
años. Es un personaje temperamental, testarudo y de humor variable según los
cambios meteorológicos, que intenta disfrutar de la vida. Sobre todo de los placeres
de la buena mesa:
“Se zampó unas almejas salteadas con pan rallado, una
abundante ración de espaguetis solos con almejas y un rodaballo al horno con
orégano y limón caramelizado. Lo completó con un pastel de chocolate amargo con
salsa a la naranja. Al final, se levantó, se dirigió a la cocina y estrechó
emocionado la mano del cocinero sin decir nada. En el coche, de camino hacia el
despacho de Valente, cantó a grito pelado. “Mira cómo me balanceo, mira cómo me
balanceo, con el twist…”
Además de la gastronomía su gran afición es la literatura. Algunos de los escritores que frecuenta son Dylan
Thomas, Le Carré, Eco, Leonardo Sciascia, Pirandello, Borges y, ¿cómo no?, Manuel Vázquez Montalbán.
“El comisario estaba leyendo una novela negra de un escritor
que tenía su mismo apellido, solo que castellanizado como Montalbán…”
Es ya una obviedad repetir que Salvo Montalbano nace de un
guiño literario de Camilleri al autor barcelonés y a su detective estrella Pepe
Carvalho.
Estas son las tres primeras novelas de Salvo Montalbano:
La forma del agua (La forma dell´acqua, 1994)
Un influyente empresario y político local, católico
practicante, es encontrado muerto en el interior de su coche aparcado en el
lugar más inesperado: El aprisco, una
zona de prostitución y drogas. Murió mientras mantenía relaciones sexuales. En
la investigación Montalbano será fiel a la norma básica de cualquier detective:
nada es lo que aparenta. Adjudicaciones amañadas, comisiones millonarias,
chantaje, tráfico de divisas, blanqueo de dinero negro, lucha por el poder
político… en un caso que nos resulta de plena actualidad, ¿no?
El perro de terracota (Il
cane di terracotta, 1996)
Un mafioso de segundo nivel, Tano el Griego, se entrega a
Montalbano. Un gran éxito para el comisario que ve cercano su temido ascenso. Además,
el hallazgo en una cueva cerrada durante decenas de años de dos jóvenes
abrazados junto a un perro pastor de terracota de tamaño natural despierta su
interés preferente. El comisario reconstruye una historia de amor que tuvo
lugar en los años finales de la Segunda Guerra Mundial. En esta novela, Montalbano
recibe un disparo. En su habitación del hospital lo acompañan las tres mujeres
de su vida. Livia, su novia habitualmente enfadada con él. La joven inspectora
Anna Ferrara, siempre dispuesta a seducirlo. La escultural sueca Ingrid Sjostrom,
hasta el momento solo su amiga.
El ladrón de meriendas
(Il ladro di merendine, 1996)
Un comerciante jubilado aparece asesinado en el ascensor de
su vivienda. Las relaciones sexuales que mantenía con una joven tunecina
parecen estar relacionadas con el crimen, pero la sospechosa ha desaparecido
dejando abandonado a su hijo. Lo que ignora el comisario es que el niño
provocará nuevas tensiones en su relación con Livia. Montalbano solo encuentra
una solución largamente demorada. Acostumbrado a redactar informes, propone
matrimonio a su novia en una carta nada romántica y de estilo burocrático.
“4) Lo mejor que se podría hacer para abreviar, según el
juez, sería que nosotros dos nos casáramos.5) Por consiguiente, prepara los papeles.”
Salvo Montalbano: humano, creíble, entrañable. Y muy
recomendable.
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A mí también me gusta Salvù Montalbano una barbaridad. Y me río muchísimo con sus salidas de tono. A mi madre (tiene 87 años) al principio le escandalizaban las lindezas que se decían, pero ahora las disfruta como una cosaca.
ResponderEliminarY es que un buen escritor es siempre un buen escritor.