22 de octubre de 2010

MICHAEL CONNELLY: NUEVE DRAGONES


Uno de los rasgos más característicos de la narrativa de Michael Connelly es hacer que coincidan en sus obras personajes de sus diferentes novelas. A lo largo de su ya larga trayectoria Harry Bosch se ha encontrado y reencontrado en muy variadas circunstancias con Terry McCaleb, Roy Lindell, Rachel Walling, Jerry Edgar, Jack McEvoy, o, incluso, Cassie Black (Luna funesta). Recordemos cómo en El veredicto aparecen incluso tres de sus protagonistas: Harry Bosch, Mickey Haller y Jack McEvoy
Michael Connelly ha ido tejiendo en su mundo literario, por tanto, una densa red de relaciones interpersonales entre sus personajes, y de referencias entre sus novelas. De este juego intertextual, tan típico también de Paul Auster, por ejemplo, surge Nueve dragones (Nine Dragons, 2009).

En los últimos capítulos de El vuelo del ángel (1999) Harry Bosch se ve inmerso en los disturbios raciales de South Bay, al sur de Los Ángeles. Tras haber estado a punto de perder la vida, Bosch necesita fumar. Entra en Fortune Liquors, una tienda de licores que ha sido saqueada. Las estanterías están vacías. El suelo está sembrado de botellas rotas y el sitio apesta a alcohol. Los asaltantes no han dejado ni una sola cajetilla de tabaco. El propietario asiático de la tienda ofrece a Bosch el último cigarrillo Camel que le queda. El detective agradece el detalle y recoge unas cerillas con publicidad de la tienda. Ya en la calle, fuma satisfecho de seguir vivo. Abre el librillo de cerillas y encuentra en su interior un aforismo: “Dichoso aquel que halla solaz en sí mismo”. Guarda las cerillas en un bolsillo y al hacerlo encuentra arroz del día de su boda con Eleanor Wish.

Doce años después, en Nueve dragones (Nine Dragons, 2009), Harry Bosch ha dejado de fumar. Le crujen las rodillas cuando se agacha y necesita gafas para leer. Su hija tiene ya trece años y vive con su madre en Hong Kong. Continúa trabajando en Homicidios Especiales. Su joven compañero Ignacio Ferras le decepciona cada día más debido a su falta de compromiso desde que fue herido (El observatorio) y a que sus obligaciones familiares han aumentado. Tras unas semanas de tranquilidad Bosch se reencuentra con el pasado. John Li, el anciano propietario de Fortune Liquors, ha sido asesinado.

Cuando, acompañado por Ferras, llega al lugar del crimen lo primero que hace es sacar de un bolsillo de su chaqueta un librito de fósforos viejo y gastado. Sólo falta una cerilla y en el interior aparece el aforismo ya conocido: “Dichoso aquel que halla solaz en sí mismo.” Bosch había llevado en el bolsillo aquellas cerillas en el bolsillo durante años, “no tanto porque creyera que eso le daría buena fortuna, sino porque creía en lo que decía.”

Con su pasado siempre a cuestas, no tiene mucho tiempo para la nostalgia. Promete a los hijos de la víctima resolver el asesinato. Aparentemente se trata de un atraco, pero una grabación de las cámaras de seguridad del local prueba que la víctima estaba siendo extorsionada por la mafia china, la Tríada. Pronto se detiene a un sospechoso; pero Bosch recibe el aviso de que su hija ha sido secuestrada en lo que parece un intento por detener la investigación. El detective viaja a Hong Kong para salvar a Maddie mientras la ciudad celebra el festival del Espíritu Hambriento. Su vida dará un giro totalmente inesperado.

En su decimocuarta novela como protagonista Harry Bosch continúa siendo un solitario policía aficionado al jazz que sigue fiel a su misión. A lo que él llama la "religión azul", la fe en que los crímenes no quedarán impunes; pero cuando ya su carrera está llegando a su fin encuentra una nueva misión: el cuidado de su hija.

La mejor de las tres últimas novelas protagonizadas por Harry Bosch, pero lejos de la intensidad de sus primeras apariciones.

Michael Connelly: Nueve dragones, Roca Editorial, 2010.


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2 comentarios:

  1. Y la más decepcionante de Connelly para mí. Una de esas novelas por las que babea Hollywood, ideal para los que preferirían -en realidad- la adrenalina inyectada directamente en las venas. Leyéndola me he quedado con la sensación de que Connelly (sigo admirándolo como autor) está harto de la industria editorial, del contrato que lo une a ella y de la obligación contractual que lo obliga a parir una novela al año. Lo peor, como decía Capote, es que Connelly parece haber olvidado que la gran diferencia entre realidad y ficción, es que la ficción tiene que ser coherente. Por otro lado, previsto y planeado -o no-, las novelas de Connelly también suelen ser una reflexión sobre la vida y el mal, y las profundidades de ambas. En las mejores -como en El poeta-, esa reflexión muestra grandes trazos de poesía. Nueve dragones es una ofensa al lector calmoso y sibarita de las letras. Un plato ardiendo que provoca dejarlo caer. Curiosamente, chino es el proverbio que dice que si tienes prisa, deberías tomar asiento. A Connelly/Bosch, en Hong Kong, solo le da por disparar, por disparates y artificios forzados.

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  2. A mí me ha encantado. Trepidante y con un desenlace desgarrador.

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