Este blog, cuyo nombre es un
guiño a Sherlock Holmes, no había dedicado hasta ahora ninguna reseña a Arthur
Conan Doyle. La ocasión para obviar semejante laguna surge a propósito de Todo
Sherlock Holmes, que reúne la colección íntegra de los relatos,
publicados entre 1887 y 1927, protagonizados por el padre de todos los
detectives junto a su fiel amigo y narrador, el Doctor John Watson. La
editorial Cátedra resuelve con este título uno de los problemas que padecíamos
los aficionados: la caótica dispersión de ediciones disponibles y la ínfima
calidad de muchas de las traducciones.
¿Qué podemos decir a estas
alturas sobre Sherlock Holmes que no se haya repetido ya infinitas veces? Personalmente
me gustaría destacar que el personaje se ha alzado muy por encima de los
enigmas planteados en sus aventuras hasta formar parte desde hace décadas de la
mitología literaria colectiva. ¿Quién no se imagina a Holmes encerrado en sus
habitaciones del 221B de Baker Street fumando alguna de sus apestosas pipas
junto a la chimenea, o ensimismado en alguno de sus no menos malolientes
experimentos químicos, o tal vez tocando su Stradivarius?
Posiblemente ni el propio Arthur
Conan Doyle llegó a ser consciente del alcance universal de su creación como lo
demuestra el hecho de que en El problema
final (1894) quisiera deshacerse de su popular detective arrojándolo a las
cataratas de Reichenbach para dedicarse a tiempo completo a la “literatura
seria”. Felizmente, el clamor popular y el enfado de su madre, que dejó de
hablarle, hicieron que el autor recuperase a regañadientes a su famosísimo
personaje.
Esta magnífica edición anotada de
Jesús Urceloy nos permite seguir una ordenada biografía del detective desde que
resuelve su primer caso (La corbeta
Gloria Scott) cuando tiene 20 años hasta que abandona la profesión a los 49
para dedicarse a la apicultura en las colinas de Sussex (El último saludo).
Brillante, sorprendente, huraño, engreído,
misógino (solo la astucia de Irene Adler llega a despertar en él la
admiración), Holmes, más allá de su prodigiosa capacidad de observación y
deducción (en las que él basa la esencia de su oficio), es, ante todo, un
hombre de los tiempos que le tocaron vivir. En La liga de los pelirrojos afirma: “Mi vida se consume en un
prolongado esfuerzo por escapar de las vulgaridades de la existencia.” El spleen, que diría Baudelaire. Así,
cuando “sus pequeños misterios” no le ayudan a combatir la monotonía vital recurre
como el poeta francés a esos paraísos artificiales (cocaína disuelta al siete
por ciento, en su caso) que tanto desaprueba Watson.
Una auténtica joya para adictos
al género criminal.
Arthur
Conan Doyle: Todo Sherlock Holmes. Edición
de Jesús Urceloy. Editorial Cátedra, 2012.
http://elementalkeridoblog.blogspot.com.es/ se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
No hay comentarios:
Publicar un comentario